lunes, 18 de julio de 2011

FIDEL Y LOS MACHETES DE RAÚL

Autor: Héctor Peraza Linares

Periodista, escritor
Ex preso político cubano exiliado en España

hector.peraza.linares@hotmail.com
http://www.hectorperaza.blogspot.com/

Madrid, 7 de abril de 2008

(Lo publiqué en mi blog el 7 de abril de 2008. Por su actualidad, lo reproduzco).



Fidel - Raúl, creo que con tu consigna de acabar con las prohibiciones absurdas has cometido un tremendo error que nos va a traer muy malas consecuencias.

Raúl - ¿Lo dices porque haya liberado la venta de celulares?

Fidel - ¡Por supuesto que no! Para algo tenemos al joven Ramirito Valdés de Ministro de Informática y Comunicaciones: ¡para que le pinche el teléfono a los que compren un celular! ¡Lo que el pueblo hable por los celulares lo conoceremos nosotros!

Raúl - ¿Estás enojado porque he autorizado que los cubanos de la isla puedan alojarse en nuestros hoteles turísticos?

Fidel - ¡En lo absoluto, chico! Esa medida está muy bien porque les sacaremos de los bolsillos los dólares a los gusanos que reciben remesas de los familiares que tienen en el extranjero. Esa gentuza a partir de ahora no hará más el amor en nuestras revolucionarias, cochambrosas, piojosas, chinchosas, moscosas, mosquitosas y cucarachosas posadas. ¡Ahora lo harán en nuestros hoteles! ¡Pero tendrán que pagarnos, a ti y a mí, el hospedaje en pesos convertibles, divisas que de inmediato ingresaremos en las cuentas secretas que tiene la revolución, es decir, que tenemos tú y yo, en Suiza!

Raúl – (dudoso) Otra prohibición absurda a la que he puesto fin es a la venta de televisores. ¿Es ese el tremendo error de que me hablas?

Fidel - ¡Ni mucho menos! Es lo mejor que has hecho. Lo perfecto para nosotros será que en Cuba, en cada casa, lleguen a haber no menos de quinientos o seiscientos televisores. De ésa forma mis reflexiones, tus discursos y las noticias que nos interese difundir, aquellas que hablen mal de los gobernantes norteamericanos, y bien de nosotros dos, las haremos llegar a los más recónditos rincones de los hogares cubanos, y, por lo tanto, a los cerebros de todos los cubanos. Ya lo dijeron sabiamente Aristóteles y El Bobo de Abela: “Los cerebros del pueblo están dentro de las casas y las casas están dentro de los cerebros del pueblo”. ¡He dicho!

Raúl – (aplaudiendo las palabras de Fidel) - Papá, ¡eres un genio como Aladino!

Fidel – (haciendo un ademán con la mano para que Raúl deje de aplaudirle) – ¡Más bien como El Padrino! ¡Yo soy Vito Castrone!

Raúl - ¡Y yo tu hijo, Fredo Castrone!

Fidel - Además, hijito, no olvides que la televisión puede existir sin la revolución, es decir, sin nosotros dos, pero que nosotros dos ¡no duraríamos ni dos días en el poder sin el poder de la televisión!

Raúl - (rompe en nuevos estruendosos aplausos y en gritos de consignas antinorteamericanas como la siguiente:

¡Padrino, seguro, a los yanquis dale duro!).

Fidel – (grita, en medio de los atronadores aplausos y de la chillería de Raúl) -¡Eso lo descubrí en 1959 cuando el presidente Urrutia quiso tumbarme del caballo!

Raúl (enfervorizado) - ¡Padrino, seguro, a los yanquis dale duro!

Fidel - ¿Qué hice ante la provocación de Urrutia? ¡Me aparecí en un programa de televisión y dije, amenazadoramente, que yo iba a renunciar al cargo de Primer Ministro! ¡A partir de esa noche nació un amor eterno entre la televisión revolucionaria cubana y yo! ¡En Cuba la revolución y la televisión soy yo! ¡De ahora en adelante, la televisión y la revolución, en este país, seremos tú y yo! Te repito: ¡Lo mejor que has hecho es liberar la venta de televisores! ¡Te felicito, hijito!

Raúl - ¡Viva la televisión revolucionaria!

Fidel - ¡Viva la revolución televisionaria!

Raúl - ¡Viva Don Vito Castrone!

Fidel - ¡Viva yo!

Raúl – (medio ronco de tanto gritar) ¿Tu inquietud se debe a que dentro de unos días autorizaré la venta libre de guatacas?

Fidel – (sonriente) ¡No! ¡La revolución, es decir, tú y yo, lo que necesita, precisamente, es contar con cientos de miles y, si es posible, con once millones de guatacas dentro de la isla! Es un asunto matemático: a más guatacas, tracatanes, chicharrones, halalevas o adulones que hablen siempre bien de la revolución, es decir, de nosotros dos, y mal de nuestros enemigos, más tiempo estaremos en el poder. ¡Vivan las guatacas y los guatacas!

Raúl - ¡Vivan las guataconas y los guatacones!

Fidel - ¡Vivan los chicharrones, tracatanes, y cargabates que nos mantienen en el poder a ti y a mí!

Raúl – (trepándose encima de la cama de Fidel) ¡Vivan los chicharrones y las chicharronas, los tracatanes y las tracatanas, los cargabates y las cargabatas!

Fidel – Querido Fredo, casi todo lo que has liberado hasta ahora está muy bien, hijo mío. Casi todo. El mundo entero es testigo de que estamos democratizando a Cuba y llenándola de Derechos Humanos a través de la venta libre de tibores, palanganas, bateas de madera, cazuelas, güayos y hojas de mazorcas de maíz para hacer tamales, alicates, betún para los limpiabotas, bombas de aire para los poncheros, sacacorchos, herraduras de caballos, de mulos, y de burros, cubos, tinajas, chancletas de palo, palillos de dientes, yaguas matamoscas, cortauñas, calzoncillos y blumers matapasiones, trompos, papalotes, y guatacas.

Raúl - ¡Vivan las guataconas, los guatacones, los transguatacones y las transguataconas!

Fidel – Te digo que casi todo lo que has liberado está muy bien hecho. No te digo que todo lo que has liberado está muy bien hecho. Hay algo que está muy mal hecho.

Raúl – (con cara de perplejidad) ¿Qué dices, padrino?

Fidel – ¡Lo que oyes, Fredo! Al poner en práctica tan gigantesca, descomunal y pragmática democratización que nos convierte de hecho, pecho, techo, ketchup, cohecho y de derecho en el país de mayor democracia en el planeta tierra y, probablemente, en el universo, muy especialmente a causa de haber liberado la venta de tibores, palanganas, bateas de madera, calzoncillos y blumers matapasiones, tiraflechas, palitos de tendedera, palillos de dientes, papalotes y sacacorchos, has cometido, querido Raúl, digo, querido Fredo, un tremendo error que le traerá a la revolución, es decir, a ti y a mí, unas terribles consecuencias. Vaya: ¡Qué se te ha ido la mano!

Raúl – (cariacontecido) ¿Qué se me ha ido la mano?

Fidel – (enojado) - ¡Sí! ¡Has liberado algo que nos puede costar y cortar nuestras cabezas!

Raúl – (acongojado, al borde un ataque de nervios) ¿Qué he liberado que nos puede costar y cortar nuestras cabezas, padrino mío!

Fidel – (acremente y dando, desde la cama donde está postrado hace más de un año, puñetazos en el aire a invisibles enemigos) - ¡Los machetes!

Raúl – (incrédulo y turbado) ¿Los machetes?

Fidel – (rotundo) ¡Sí, comebola! ¡Los machetes!

Raúl – (hecho un mar de lágrimas) Pero, padrinito, si la gente lo que hará con los machetes será cortar caña y marabú, chapear y tumbar cujes para las casas de tabaco. Esos trabajos nos reportarán más dólares para ti y para mí, es decir, como tú dices, para la revolución, que ingresaremos en nuestras cuentas en la banca Suiza.

Fidel – (furioso y extenuado por los cuatro golpes que tiró a los invisibles enemigos) ¡No te das cuenta de lo que te digo, hijito! ¡Qué corto de entendederas eres! ¡Los Corleones tuvieron la desgracia de tener en la Familia al tonto de Fredo! ¡La mía disgrachia es que tú seas mi Familia completa!

Raúl – (llorando a lágrima viva delante de un espejo) ¡No me regañes así, padrino!

Fidel – (se encoleriza tanto que una enfermera le pone, para calmarlo, una inyección de diazepán) - ¡No llores, que ya hace varios años que fusilamos a Ochoa!

Raúl – (haciendo pucheros) Pa pa pa padrino, ¿por qué dices que el pueblo nos va a cortar las cabezas a ti y a mí con los machetes que he puesto en venta libre?

Fidel – (rotundo) ¡Porque los machetes son un símbolo para el pueblo cubano!

Raúl – (sollozante) ¿Qué símbolo, papaíto Castrone?

Fidel – (en tono y con gestos de profesor de escuela primaria ante un alumno poco inteligente) ¿Has leído, criatura de mía famillia, algo de la Historia de Cuba?

Raúl – (entusiasmado) - ¡Me conozco de memoria los dibujos animados de Elpidio Valdés!

Fidel - ¿Sabes que el arma de guerra de los mambises era el machete?

Raúl – (contento) ¡Sí, sí, sí lo sé!

Fidel – (con gesto irónico) ¿Sabes que los mambises, cuando iniciaban una carga al machete contra los soldados españoles, gritaban: ¡A degüello!

Raúl – (muy alegre) ¡Sí, padrinito, sí, sí lo conozco! ¡A arrancapescuezo!

Fidel – (entornando los ojos y frunciendo el entrecejo) ¿Acaso ignoras que los mambises luchaban por la libertad de Cuba?

Raúl – (orgulloso de sus grandes conocimientos de Historia de Cuba) - ¡No, no, no, no, no lo ignoro!

Fidel – (en tono amenazador con el dedo índice temblándole y apuntando hacia la cabeza de Raúl) - ¿Te das cuenta ahora, Fredito, del tremendo error que has cometido al autorizar la venta libre de machetes?

Raúl – (turbado) – No, no me doy cuenta, padrinito mío caríchimo.

Fidel – (de nuevo furioso y a punto de coger a Raúl por el cuello) - ¡Fredito, digo, Raulito, será posible que seas tan mentecato, criaturita de mía famillia?

Raúl – (de nuevo llorando a moco tendido) – ¡Mío padrinito, es que no sé lo que me quieres decir!

Fidel – (tres hermosas enfermeras se encargan de tranquilizarlo, para lo cual una le hace el cuento de Blanca Nieves y los Siete Enanitos; otra, el de la Cucarachita Martina y la tercera, como música de fondo, le canta La Internacional) Mijito, ¡será posible que tú no sepas que en Cuba no hay libertad desde que estamos nosotros dos en el poder?

Raúl – (secándose las lágrimas con un pañuelo de Christian Dior) ¡Eso sí lo sé, papaíto Castrone!

Fidel – (a duras penas conteniendo su mal humor) ¿Qué es lo que sabes, chico?

Raúl - ¡Que en Cuba, desde que tú y yo estamos en el poder, no hay libertad!

Fidel – (encolerizado) - ¡He ahí el quid de la cuestión! ¡Por esa razón el pueblo cubano, con los machetes que tú has puesto en venta libre, nos degollará a ti y a mí al grito de: ¡A degüello!

Raúl – (atemorizado y queriéndose meter debajo de la cama donde está tendido Fidel) ¡Don Vito Castrone, padrinito, papaíto mío, tengo miedo de que el pueblo me arranque la cabeza!

Fidel – (los ojos virados en blanco, acariciándole la cabeza a Raúl) – No temas, Fredo. No temas. No nos cortarán las cabezas. ¡Jamás de los jamases lo consentiré! Puedes estar tranquilo, mío caro fillo.

Raúl – (al fin logra meterse debajo de la cama de Fidel) - ¿Qué harás para impedir que el pueblo nos corte las cabezas, padrinito de la Castrone famillia?

Fidel – (mesándose la barba y abriendo desmesuradamente los ojos) - ¡Para impedir que el pueblo nos degüelle, te autorizo desde este momento a que autorices la venta libre de once millones de fusiles ametralladoras AK y de decenas de millones de balas para esas armas!

Raúl – (sacando, como una tortuga, la cabeza de debajo de la cama de Fidel) Pero, padrinito Don Vito Castrone, mío caro papaíto, ¿no te das cuenta que si hacemos eso el pueblo nos meterá millones de balas en el cuerpo, tal como le hicieron en 1989, en Rumania, a Ceaucescu y a Elena, su mujer?

Fidel – Pero, ¡no nos cortarán las cabezas con tus machetes!

Nota: Autorizo la reproducción siempre que no se modifique el contenido y se acredite mi autoría con mi nombre y apellidos, email y nombre de mi blog.

viernes, 8 de julio de 2011

RAÚL DESHOJA LA MARGARITA

Autor: Héctor Peraza Linares
www.hectorperaza.blogspot.com
hector.peraza.linares@hotmail.com
Desde un lugar de Madrid,
madrugada del 8 de julio de 2011


Raúl, sentado frente a la cama donde convalece Fidel, se entretiene en deshojar una margarita:

Raúl: (Al tiempo que arranca los pétalos, uno a uno) Me quiere. No me quiere. Me quiere. No me quiere.

Fidel, se despierta. Escucha lo que está diciendo Raúl. Con enfado, le pregunta:

Fidel: ¿Qué rayos haces, chico? ¿Estás enamorao, y no sabes si te quieren o no?

De pronto, Raúl, tras arrancar el último pétalo, lanza un grito desgarrador:

Raúl: ¡Noooooooooooooooooooooooo!

Fidel: (Dando un puñetazo en la almohada) ¡No qué, chico!

Raúl: (Ahogado en sollozos) ¡No me quiere! ¡No me quiere!

Fidel: (Dándole dos galletazos a su hermano para que deje de llorar) ¿Quién demonios no te quiere? Recuerda que, desde el punto de vista marxista-leninista-estalinista-maosetunista-gadafista-hijuntaísta-evomoralista y chavista, quien no te quiere a ti, no me quiere a mí. Por lo tanto, dime inmediatamente quién no te quiere e, ipso facto, ordenaré que le pasen por las armas en el paredón de fusilamiento.

Raúl: (Gracias al par de galletazos, ha dejado de llorar) ¡La margarita me ha dicho que el pueblo no me quiere! Y si el pueblo no me quiere a mí, como tú acabas de decir, desde el punto de vista marxista-leninista-chavista-trujillista-somocista-hitlerista-kin-il-sunguista – king konguista y sandinista …¡tampoco te quiere a ti!

Fidel: (Sacando la pistola Makarof y tirando cuatro tiros al aire) ¡Aquí no hay margarita
ni margarito ni mariquita ni mariquito ni Nikito ni Nikita lo que se da no se quita, que diga que el pueblo no me quiere a mí! ¡Eso está terminantemente prohibido por nuestra hiper-extrasuper-democratísima, de talla grande, Constitución Socialista!

Raúl: Pero, Papaísimo mío, no podemos llevar al paredón a los casi doce millones de habitantes de este país.

Fidel: Entonces trae otra margarita, y deshójala a ver qué pasa. (Sonriendo socarronamente) Quizás la que tú cogiste la mandó la congresista Ileana Ross Lethinen, Aznar o la Merkel.

Raúl, deshoja otra margarita; pero, el resultado es el mismo. Fidel, le ordena a un agente del G-2 que traiga un saco con no menos de mil o dos mil margaritas. Llegan las flores. Raúl las deshoja una por una y, siempre, el último pétalo coincide con la frase: no me quiere.

Al tiempo que frunce el ceño, se mira la punta del dedo gordo del pie derecho con el ojo izquierdo, y se rasca el ombligo con el cañón de la Makarof, que sostiene por la culata con ambos codos, las dos orejas y los tres tobillos, porque lleva uno de repuesto, Fidel le dice a Raúl:

Fidel: Tenemos que hacerle trampa a la margarita.

Raúl: (lanzando una carcajada) Se me había olvidao que eres el tramposo más tramposo que existe en el mundo del hampa, digo, de la trampa.

Fidel: (Cogiendo a Raúl por el cuello de la camisa y zarandeándolo) Pero, fíjate bien, Alfredo, filli mío, mi caríchimo filli de la familia castroni, en lo que te voy a decir pa que no falles: cuando te falten cuatro pétalos por deshojar, di la frase “no me quiere”, y arranca tres pétalos de una sola vez. De esa manera, el último pétalo corresponderá inexorablemente, mal que le pese a la mafia de Miami, y a la Lethinen, al: “me quiere”.

Raúl: Padriníchimo mío! Eres un bárbaro, caballón.

Fidel: I’m the best!

Raúl: You are the beast!

Fidel: Más grande que yo ni Sandokan. Soy el tigre de la Cubasia.

Raúl: La Cuba y la Bestia.

Fidel:

Chicose alada tanganikática mi efripa
de calicanto la ditirambiticó
chupó del chapo la pitírrica
chiripa, chipirondó.

Raúl:

Ay ara tom pa tan tom
trombón ti ri pon gón
chivichaniclena
timbirichandi bicitaxón
tum pena tumpi trompón
ay ara pon ta tan pom
margariti chiviricón.

Fidel: Manos a la obra. Agarra una margarita, y has lo que te he dicho.

Raúl, coge por el tallo a una margarita:

Raúl: Me quiere. No me quiere. Me quiere. No me quiere.

Inesperadamente, entra Chávez en la habitación. Raúl, interrumpe lo que estaba haciendo.

Chávez: (dirigiéndose a Raúl) He venido corriendo de Venezuela, porque me he enterado de que estás deshojando la margarita para saber si el pueblo te quiere o no, y, por lo tanto, para saber si el pueblo quiere, o no, a Fidel. ¡Y eso tiene truco!

Raùl: No te preocupes, chavito. Ya Fidel ha descubierto una trampa pa que siempre la margarita que deshoje me diga que el pueblo me quiere.

Fidel: (Regañando a Chávez) ¡No podías tú ser más inoportuno, chavernícola! Gracias a una dialéctica solución que he inventado, todas las margaritas del mundo siempre le responderán a Raúl, a ti, a mí, a Evo, y a quien nos dé la gana de darles el secreto, ¡que el pueblo nos quiere!

Chávez: ¡Mi hermano, estás en un grave error! La trampa de la respuesta de la margarita nos la han preparado Ileana, Aznar y la Merkel.

Fidel: ¿Qué dices, Chavecantropus? ¡Aquí la única trampa que vale es la mía, que pa eso soy el Comandante en Jefe de los tramposos, mafiosos, hamposos, camorrosos, drogadictosos, marañosos, mentirosos, triquiñuelosos, intrigosos y criminalosos del mundo entero!

Raúl: Te faltó por decir, también, los mariposos.

Fidel: ¡Yo con los mariposos no quiero ni el menor de los tiki tiki!

Chávez: ¡Saben ustedes cuál es el peligro mortal del deshoje de la margarita que nos ha preparado el imperialismo norteamericano asociado al aznarismo y al merkelismo?

Fidel: (intrigado) Acaba de decirnos lo que sea, cuando sea, pa lo que sea y donde y con quien sea de la dichosa margarita Thatcher. ¡Si yo hubiera sido inglés, yo habría deshojado a la Margaret Thatcher!

Chávez: A propósito, les voy a recitar lo último que hice en mi programa Aló Presidente.

El dictador venezolano se pone a declamar dándose, de vez en cuando, golpes en el pecho, y profiriendo aullidos selváticos:

Margarita,
está fea la mar,
y el viento lleva
la esencia sutil
de Aznar.

Margarita, te iba
a contar un cuento,
pero no te lo puedo contar
porque a Raúl y a Fidel,
si te deshojan,
¡Se los va a llevar el viento!
como quieren
la Merkel, la Ileana y Aznar.

Raúl, emocionado, aplaude. Fidel, gruñe. Tras el gruñido, le ordena a Chávez:

Fidel: ¿Qué lío te traes con la margarita, Chavecuaternario?

Raúl: Eso. Eso. ¡Qué cuando llegaste ya yo estaba a punto de lograr que la margarita me diera el sí me quiere el pueblo!

Chávez: Les voy a hacer una pregunta, compadres. ¿Dónde está la Isla Margarita?

Fidel: Al noreste de Venezuela.

Chávez: ¿Quién es el presidente, Comandante en Jefe, Primer Ministro, sabio entre los sabios, primero en todo, secretario de todo, jefe de todo y mandamás de todo, en Venezuela?

Fidel y Raúl: ¡Tú!

Chávez: Eso quiere decir, que si la Isla Margarita pertenece a Venezuela, y si yo soy, como soy y seré, por los siglos de los siglos, el que más manda en ese país, pues, por simple lógica, yo soy el que conoce todos los secretos de la margarita. ¿Es o no es?

Raúl: ¡Es!

Fidel: ¡Qué así sea!

Raúl: ¡Ora Pro Nobis!

Fidel: ¡Seculum Seculorum!

Raúl: Aedes Aegyptis.

Fidel: El que no rabota no manduka.

Raúl: Qui s’est rascum et porque le pikum.

Fidel : In nomine de mío filli, y de menda que soy il padrini.

Chávez: El secreto, mis queridísimos receptores gratuitos de mi petróleo y de mis petrodólares, de la margarita es …

Fidel: ¿Es qué?

Raúl: ¿Quo Vadis? ¿Where are you going? ¿Adónde vas?

Chávez: Es que, si la margarita, al deshojarla, finalmente te responde: no me quiere, no quiere decir que el pueblo no los quiera a ustedes.

Raúl: Nié purimayu. Yo no comprender, tobarich.

Fidel: ¿Quiere decirum que pueblum nos quierin a nusutris?

Chávez: No. En ese primer caso, lo que la margarita quiere decir es que, el pueblo cubano, no los quiere a ustedes, a ninguno de los dos, vivos.

Fidel: ¿Y cómo es que nos quiere el pueblo, chaveztoceno?

Chávez: Muertos.

Raúl: ¿Muertos?

Chávez: Ni más ni menos.

Fidel: Qué bruto eres, Chavecenozoico. A nosotros no nos interesa que la margarita nos responda que el pueblo no nos quiere, sino, todo lo contrario: lo que nos interesa es que la respuesta sea: me quiere, es decir, que el pueblo quiere a Raúl, y, por lo tanto, me quiere a mí, y a ti, y a Evo.

Raúl: Eso. Eso. Chavecillo, hazle caso al padrino.

Fidel: Y pa que la dichosa margarita le responda a Raúl, sin dudarlo ni un segundo: me quiere, es que yo inventé una trampa mediante la cual su respuesta siempre será la que nos conviene, y no esa que tú dices.

Chávez: ¡Ahí es donde está el truco Aznariano, merkeliano, Ross Lethiniano!

Fidel: ¿Qué truco, chavesaurio?

Chávez: Es que cuando la margarita le responda a Raúl: me quiere, eso no quiere decir que el pueblo los quiera a ustedes, ni que me quiera a mí, ni que quiera a Evo.

Raúl y Fidel: (Perplejos) ¿No?

Chávez: Claro que no. Lo que quiere decir esa frase, no es que el pueblo nos quiere
como ustedes se imaginan.

Fidel y Raúl: ¿Y cómo nos quiere el pueblo?

Chávez: ¡Muertos!

Fidel: Ahora comprendo: no me han podido matar con cientos de miles de atentados, y se han decidido a darme una muerte ridícula, que los diarios sacarán, en primera plana, bajo el título:

MUERE FIDEL A MANOS DE MARGARITA


Chávez: (Haciendo gestos con las manos)

Margarita,
ya que lejos de mí vas a estar,
en unión de la Merkel, Ileana, y Aznar,
guarda, florecita,
un senil pensamiento
al que un día,
a través de Aló Presidente,
te quiso contar
un cuento.

Fidel: (Contagiado con Chávez):

Margarita,
Thatcherita o Merkelita,
Aznarita o Ross Lethinita:
no permitas que yo muera,
¡A manos de un mariquita
que se llama Margarita!

Raúl: ¡Eso! ¡Eso!



Nota: Por Derecho de Autor, autorizo la publicación de esta sátira, siempre que se haga sin modificación alguna, y adjuntando mi nombre y apellidos, mi email y blog.