viernes, 29 de octubre de 2010

DIARIO DE UN LOCARIO (2)

Autor: Héctor Peraza Linares
hector.peraza.linares@hotmail.com
www.hectorperaza.blogspot.com
Madrid, 28 de octubre de 2010

Obama fue hoy a un programa de televisión, y bailó pa ganar votos. Es buena idea. Raúl, Ramirito, Machadito, Esteban Lazo y yo vamos a presentarnos como bailadores en un programa de televisión. Mi pareja será Lady Gaga. Tendré que ponerme una buena peluca, como hace ella. Cuando hagamos eso el pueblo volverá a darnos su apoyo. Me pasé la mañana bailando con la veterana que me han puesto de enfermera. Se llama Catalina. Le dicen La Gorda. Tengo una piedrecita en la bota. Dicen que el que aguanta una piedra en el zapato, aguanta un tarro. Hoy me he lamentado de que el tsunami que pasó ayer por Indonesia no haya pasado por aquí. Hubiéramos armao una tremenda. Nos habrían enviado miles de millones de dólares, y de euros, en ayuda. Ese dinero lo hubiera metido en algún banco en Venezuela, a mi nombre. A este diario lo llamaré Tabaco. Así podré hablar con él como si fuera mi gran amigo Gabo. Reflexionando me he dado cuenta de que Tabaco y Gabo son mis dos únicos amigos. Lo que me jode es que le dieron el Nóbel de Literatura al gusano Vargas Llosa. Al coco Fariñas, el Sajarov. Y el Nobel de la Paz, al contrarrevolucionario chino Liu Xiaobo. El de la paz tenían que habérselo dado a mi socio Chávez. El de literatura me lo debieron dar a mí, por mis riflexiones, y mis acertadísimos vaticinios del comienzo de la Tercera Guerra Mundial. El Sajarov, a Raúl. Almorcé un tremendo bistec de res a la parrilla con plátanos a puñetazos. Después de almorzar llegué a la conclusión de que, si yo como bien, el pueblo come bien. Nunca debí haberle preguntao: ¿Voy bien, Camilo? Me acordé de que un día como hoy me eché al pico a Camilo. ¿Voy bien, Camilo? Esa frase me ha estado martillando en la cabeza día y noche. Es que hoy se cumplen 51 años de haber dado la orden de mandarlo pal reparto boca arriba. Dije, cuando aquello, que en el pueblo hay muchos camilos. ¿Voy bien, Camilo? El tipo creía que tenía más poder que yo. ¿Voy bien, Camilo? Coño. La preguntica no se me va de la cabeza ni por un momento. Es como si fuera Camilo el que me la está diciendo dentro del cerebro. Él se lo buscó. Lo único que lamento es no haber liquidao también a Huber Matos. Cuando aquello por poco digo también: ¿Voy bien, Huber? A Matos, lo traicioné. A Camilo, lo traicioné. Al pueblo cubano, lo traicioné. Nikita, me traicionó a mí cuando lo de los cohetes. Nikita, mariquita, lo que se da no se quita. Nuestra Revolución es más verde que las palmas. Pero Camilo y Huber no se tragaban el comunismo. ¿Voy bien, Camilo? Vaya pal carajo con la preguntica. Tendré que ir a un santero pa que me saque el espíritu de Camilo del cuerpo. Me está volviendo loco. Si deshecha en menudos pedazos. Como me jode la piedrecita que tengo en la bota. Llamé a La Gorda y me la quitó. Y volvimos a ensayar para el baile con la Gaga. No aguanté más y grité: ¡Camilo, o te vas o te vuelvo a matar! ¿Voy bien, Camilo? Saqué la makarof. Empecé a tirar tiros a diestra y siniestra. ¿Voy bien, Camilo? La Gorda llamó a los escoltas. Los escoltas pensaron que un comando de la CIA pretendía asesinarme, o secuestrarme. Comenzaron a disparar sus ametralladoras en todas direcciones. La Gorda se metió en mi cama. Se pegó a mi cuerpo. Los tiros llovían por la habitación. Volvió la preguntica a repetirse tres veces. Antes que el gallo cante me habrás negado tres veces, me dijo Camilo. Digo, le dijo Jesús a Pedro. Disparé otros tres peines de mi pistola. La gorda se apretaba contra mí. Me di cuenta, al cabo de cuatro horas de intenso tiroteo, de que Camilo se estaba vengando de mí con la frasecita. No me quedó más remedio que hacerle el amor a Catalina. Pensé en la Paris y en la Gaga. Tengo dudas de si debo casarme con la primera o con la segunda. O con las dos. O con la Pataky. O con las tres. ¿Voy bien, Camilo? ¿Voy bien, Camilo? ¿Voy bien, Camilo? Tengo un tremendo dilema con eso. Los moros pueden tener decenas ¿Voy bien, Camilo? y cientos de mujeres. Cuando finalizó el tiroteo, di órdenes de que me montaran un harén. La frase siguió retumbando en mi cerebro. Me trajeron doscientas jovencitas. Todas vírgenes. Las devolví. Ordené que no me trajeran ninguna que fuera virgen. Es que el modelo cubano no funciona, como le dije al periodista americano. Me trajeron doscientas divorciadas de quince años de edad cada una. Llegó la noche. Me acosté rodeado de las doscientas muchachas. La Gorda se puso celosa. Antes de quedarme dormido, vi como Camilo, que era tremendo mujeriego, le hizo el amor a las doscientas muchachas. A todas les encontró el punto G. Cada vez que las jovencitas llegaban al orgasmo, gritaban, por órdenes de Camilo: ¿Voy bien, Camilo? Me quedé dormido sin poder sacarme la vengativa frase de la cabeza, preguntándome, una y otra vez, cómo se puede matar a un muerto.

Nota del autor: En el ejercicio de mis derechos de autor no autorizo, bajo ningún concepto, la reproducción de esta sátira sin mi consentimiento expreso. Gracias.

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