viernes, 5 de febrero de 2010

SATIRA

EL ARBOL CON PIERNAS

AUTOR: HECTOR PERAZA LINARES


-¿Qué deseas ser en la vida?


Me preguntó la secretaria a cargo de la oficina de las mujeres encinta, una hormiga con la cabeza tan grande como una pelota de béisbol.


-Deseo ser un árbol con piernas.


Mi madre y yo fuimos portada de la generalidad de los medios de comunicación del mundo entero. Algunos de los titulares:


MUJER DA A LUZ UN PINO-NIÑO O UN NIÑO-PINO

MADRE DE UN HIJO DE MADERA

NACE UN ÁRBOL HUMANO

SEÑORA DE CARNE Y HUESO PARE TRONCO CON PATAS



Claro está: para que yo naciera a mi madre tuvieron que hacerle la cesárea. La partera pasó mucho trabajo para sacarme. Lo primero que asomé no fue la cabeza como era de suponer, sino, un par de raíces que ya venían con los zapatos puestos. Esta es la breve historia de mi nacimiento:


Llegó una ginecóloga de fama mundial en Puerta de Golpe, Baracoa y Santiago de las Vegas, y dijo:


- Lo siento. No se le puede hacer cesárea a esta mujer porque lo que tiene en su vientre es un fenómeno.


- Cuando la ginecóloga se marchó, la partera, que conocía perfectamente la existencia de una Ley, promulgada en Madrid por el rey Carlos III el 7 de Agosto de 1749 en virtud de la cual el monarca ordenaba realizar la cesárea a toda mujer muerta durante la preñez, le tomó el pulso a mi madre y, equivocadamente, pensó que mi futura progenitora había fallecido. Sacó una navaja siciliana del bolsillo, la afiló en las suelas de sus zuecos de madera, abrió lo que tenía que abrir y, en el acto, salí yo.


- ¡Es un tronco de niño! – Exclamó entusiasmada la comadrona.


Nací un 14 de abril. De ahí que haya asumido como mía la copla que compuso y cantaba, a fines del siglo XIX en Málaga, Trini la Cantaora, a quién un famoso médico malagueño, mediante una arriesgada operación, le había salvado la vida. Nuestra copla dice así:


No se borra de mi mente

el día 14 de abril,

no se borra de mi mente,

y siempre tendré presente

que en ese día me vi,

a las puertas de la muerte...


Una vez nacido, la hormiga asomó su cabezota, movió sus pares de patas diciéndome adiós, y la vi perderse en el interior del mismo hueco por el que yo acababa de salir al mundo.


- Hijo mío, vivirás muchos siglos, si no te fulmina un rayo – fue lo primero que me dijo mi madre mientras se cosía el vientre con el cordón de uno de mis zapatos.


Clavó sus ojos en uno de los dos huecos que un pájaro carpintero había taladrado en la parte superior de mi tronco. Eran mis ojos. Lanzó un suspiro y, tras tomarse una sopa de piedras que le había traído la partera, me dice:


- Mañana irás a la escuela.


Solté el chupete de mango filipino y le dije:


-¡No iré a la escuela!

- ¿Por qué, tronquito mío?

- ¡Porque si voy, el gobierno comunista me decomisará los zapatos!



Madrid 24 de febrero de 2007

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