martes, 3 de julio de 2007

SATIRA


"LA OLLA DE PAPÁ BONIATO"


por: Hector Peraza Linares

Madrid-España



Plauto (Tito Marcio, 254 a. C., Roma, 184, a. C., Roma), comediógrafo latino, escribió La Olla. Molière (Jean Baptiste Poquelin, 1622, París. 1673, París), creador de la Comédie Française, plagió, genialmente, la mencionada obra de Plauto, con El Avaro. Fidel (Alejandro Castro Ruz, Birán, 1926…parece que está a punto el año de su desaparición física y espiritual...) imitó, burdamente, a Plauto y a Molière, con la olla arrocera.


Mamá papa y sus tres hijas, llamadas papita flaca, papita gorda y papita enana, fueron situadas por un trabajador del centro de acopio en una esquina del puesto de viandas. Papá boniato también arribó en esos momentos al mismo lugar. La noticia de la llegada de los tubérculos a la tienda le dio la vuelta al barrio en cuestión de segundos.
Papá boniato, Mamá papa, y las tres papitas le correspondieron, por la libreta de racionamiento, a Cuquita, la viuda de Federico el zapatero remendón. La mujer, al llegar a su casa, colocó las viandas en una caja de cartón. A continuación se dirigió al cuadro colgado de la pared de la sala y, como si hablara con una persona, le dijo:
-Federico, mi viejo, ¡qué lástima me da contigo! Te moriste con ganas de comerte un ajiaco y nunca te lo pude cocinar porque no tenía olla. Ya tengo una. Me la dio hace tres meses la Revolución. No la había podido estrenar ya que no había venido ni arroz a la bodega ni nada al puesto de vianda. Hoy me han tocado cuatro papas y un boniato. Los pondré a hervir ahora mismo.
La viuda saca la lengua. Se la pasa por los labios, la nariz, las orejas, el ombligo, el hígado, los riñones, el pulmón derecho y por los dedos de los pies como relamiendo algo muy delicioso que va a comer. Con la boca hecha un lago de agua dulce, le dice al retrato de su difunto marido:
-Mi viejo, el ajiaco que voy a hacer para el almuerzo me lo comeré en tu honor. Serviré dos grandes platos y me zamparé el contenido de ambos: uno por ti y el otro también por ti. Quiero que seas tú quien se coma las papas, el boniato, el caldo, el humo, el olor, el sabor y el aire. Yo no comeré nada.
Dichas palabras llegaron hasta la caja de cartón. Las tres papitas arrancaron a llorar. Papá boniato dormía, igual que lo hacían el gato Bigotes y la perra Yané.
- Mama papa – le dijo papita flaca a su madre llorando a almidón tendido - ¡Yo no quiero morir! ¡Nos van a meter en una olla con agua hirviente!
-Y a mí me da horror ir a parar al estómago de un difunto. ¡Le tengo pánico a los muertos! – expresó sollozando papita gorda.
-¡Qué será de mí! ¡Soy tan pequeña que el agua caliente me desintegrará! – aseguró en un largo lamento papita enana.
Mamá papa también lloraba. Se veía impotente e incapaz de realizar algo que evitara la inminente muerte de sus tres hijas, la suya propia y la de su esposo. El llanto de las cuatro papas despertó a Papá boniato que roncaba a los pies de papita gorda.
-¿Porqué lloran ustedes, mujeres? ¿Qué ha pasado?- preguntó el grueso tubérculo a su mujer y a sus hijas.
Papita gorda, la hija preferida de su padre, le explicó a Papá boniato lo que estaba a punto de suceder. El tubérculo, rascándose la panza, como hacen los dirigentes del Partido Comunista de Cuba al reflexionar en los destinos de la Patria, dijo:
- ¡Dejen de llorar! No olviden que soy un boniato sabio e infalible, igual que lo es el Máximo Líder de los boniatos de este país. Pronto encontraré una solución. ¡Yo las salvaré de morir en la olla arrocera!
- Las cuatro patatas, obedientes y esperanzadas, dejaron de llorar. Las tres pequeñas, presas de súbita alegría, se lanzaron a cantar con ritmo de conga afrocubana:
Somos las tres hermanitas, hijas de Papá boniato, enana, flaca y gordita: ¡Qué Cuba no tiene plato!
Papá boniato que se deleitaba escuchando lo que cantaban sus hijas, gritó:
- ¡Esa es la cosa, muchachitas! ¡Han dado ustedes en el clavo! Ya sé lo que tengo que hacer. Ahora, cállense que voy a poner en práctica un plan salvador.
De inmediato, Papá boniato, sabio como el Máximo Líder de los boniatos de este país, se puso a conversar con las ratas, cucarachas, moscas, mosquitos, hormigas, lagartijas, microbios, bacterias, virus, piojos, chinches, abejorros, avispas, alacranes, arañas peludas, ciempiés, bichos de la luz, guasasas, gorgojos, grillos, ranas, sapos, culebras, majases, auras tiñosas y larvas que vivían en barahúnda en aquella cocina.
La rata Rita, en nombre de los allí congregados, le dijo a Papá boniato:
- Nuestra estrategia es la siguiente: ¡Provocaremos a Bigotes y a Yané para que nos persigan y lo rompan todo en esta cocina!
-¡Qué no dejen títere con cabeza! – croaqueó la rana Salto Largo.
-¡Abajo los vasos y las cazuelas! – chilló el grillo Pata de Palo.
-¡Muerte a la olla! – vociferó el abejorro Zumbón.
- ¡A rompé lo platoooooooooooooooo! –proclamó la rata Rita.
En ese instante el homólogo del Máximo Líder de los boniatos de este país le ordenó a aquella heterogénea y abigarrada tropa:
- ¡Al ataque compañeros y compañeras! ¡Hasta la victoria siempre! ¡Papa o muerte! ¡Venceremos!
Fue un huracán lo que cayó sobre el gato Bigotes y la perra Yané. Los dos animales, súbitamente enloquecidos, corrían por doquier. Abrían las puertas de los armarios. Lanzaban mordiscos a diestro y siniestro. Ladraban, maullaban y destrozaban cuanta cosa encontraban a su paso. Al poco rato en la cocina todo había sido roto a causa del reto y del rito de la rata Rita.
Entusiasmadas y guaracheras, enana, flaquita y gordita, con el acompañamiento musical de Mamá papa, coreaban:
Somos tres pequeñas viandas, en una finca nacimos, y nos vamos de parranda: ¡A convertirnos en vino!
María, había ido a la casa de una vecina para pedirle un poco de sal con la cual condimentar el ajiaco. Al entrar a la cocina vio que su olla, vasos y platos estaban destrozados. Sufrió un shock descomunal. Se acercó al cuadro. Esgrimió las viandas delante de los risueños y burlones ojos del muerto. Enloquecida, le espetó al hambriento y antes de tiempo avejentado rostro del extinto:
-¡Por tu culpa no comeré ajiaco, viejo impotente!
Decepcionada de la Revolución, del Máximo Líder de los boniatos de este país, del zapatero remendón, y de la vida, María le cambió a un alambiquero clandestino fabricante de vino casero, conocido en el barrio como Pepe Pipa, las cuatro patatas por una sopa de gorriones.
Mamá papa, papita flaca, papita gorda y papita enana, con sus respectivas aquiescencias, fueron transformadas por Pepe Pipa en vino. Comentan los vecinos del barrio que, a partir de aquel día, la persona que toma de una botella de vino fabricada por el alambiquero clandestino, de inmediato comienza a cantar y a bailar:
Somos las tres hermanitas, hijas de papá Boniato, enana, flaca y gordita: ¡María, no tiene plato!
Somos tres pequeñas viandas, en una finca nacimos, ahora bailamos la zamba, en el llano y el Turquino, y nos vamos de parranda: ¡A convertirnos en vino!
Diz que, con la de María, en la isla son millones las ollas en cola para ser reparadas.
Papá boniato murió alcoholizado.

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