viernes, 21 de septiembre de 2007

SATIRA


EL CUENTO DE LA BUENA PIPA... DE AGUA

Por: Héctor Peraza Linares.

Pides el agua por señas,
aunque estás fuera del agua,
te cortan la luz y el agua:
¡Se te hace agua el cerebro!

Descubres el agua tibia,
porque más claro, ni el agua,
aunque al bote le entre agua:
¡Pones agua de por medio!


El aguajirao(1).

-¡Agua que tengo sed! – grita la ciudad de La Habana. Su alarido tiene eco en varias de las ciudades de la isla de Cuba. Ellas, a una voz, lanzan a los cuatro vientos el grito que ha salido desde una barbacoa(2) de un viejo edificio de La Habana Vieja. Ellas también tienen sed.

Ante la falta de agua para el abastecimiento a sus respectivos hogares, personas, animales, y espíritus, dichas ciudades celebran un congreso para buscarle una solución al problema. La capital cubana, que preside el cónclave, mirándose coquetamente en las aguas del mar Atlántico, mientras se pinta el largo muro del malecón como si el mismo fuera su labio inferior, dice a los asistentes al evento:

- Amigas mías: ¡Estoy hecha un asco! Me da vergüenza que vengan a visitarme turistas extranjeros. ¡Yo que siempre fui tan provocativa y limpia! En mis tiempos, antes de 1959, las pipas de agua(3) me bañaban las calles día tras día, y en el bidel de Paulina(4) me aseaban cuando hacía el amor con mi esposo El Castillo del Morro(5), o al realizar mis necesidades fisiológicas. ¿Y ustedes cómo la están pasando con este infernal asunto que tanto me agobia y envejece?

Le responde Manzanillo:

- ¡En mis hogares hay un tremendo mal olor! ¡Hasta diez días he estado yo sin una gota de agua! ¡Imagínense ustedes como están mis retretes! ¡Soy muy pulcra! Esto es insoportable. ¡Así nunca ligaré ni a un poste de la luz eléctrica!

Punta Brava toma la palabra:

- Colegas, yo estoy pasando por las mismas vicisitudes que ustedes. ¡Qué horror! ¡No dispongo de agua ni para darle a los niños! Mis habitantes no pueden bañarse ni una vez por semana. En mis casas los pisos, las ropas de cama, los vestuarios de la gente, los platos, las cazuelas, los vasos, las cucharas, los tenedores, las sillas, las mesas, los animales de ceba, y hasta los orishas(6), todo está lleno de suciedad y de polvo. No tengo agua que darle a mis habitantes ni tan siquiera para que se laven sus cuerpos y ropas, o para que bañen a sus cerdos, santos y chivos. ¡En mis viviendas hay tremendo berrenchín(7) de chivo! ¿Puede algún castillo, poste de la luz, o monumento arquitectónico enamorarse de mí, si mi situación de inexistencia de agua persiste? ¡Por supuestísimo que no!

Allí presente a manera de invitado, el castillo del Morro, conocido también como el Castillo de los Tres Santos Reyes Magos del Morro o, más brevemente, como El Castillo de Los Tres Reyes, pide la palabra:

- Niñas, no se pongan así, monadas. Yo les meto mano como quiera que estén. A mi no me importa si están sucias, viejas, decrépitas, destartaladas, desguabinadas, ni si tienen las calles ahitas de huecos, y las casas con las paredes llenas de churre, grasa y mugre. Con mis doce cañones conocidos como ‘Los Doce Apóstoles’, o con los 14 de calibre 36 de la batería La Divina Pastora(8), le meto mano a cualquiera de ustedes sin escrúpulos de ninguna clase. No carezcan de material que aquí hay morro pa’ rato. ¡Dónde sea, cómo sea y pa’ lo que sea!

El enamoradizo y mundano Castillo, para caerle simpático y cortejar a las bellas ciudades cubanas allí congregadas, comienza a tirar, moviendo acompasadamente sus puentes y pasarelas, unos pasillos de baile. Al mismo tiempo entona, acompañado por voces que salen de las piedras de canto de sus coloniales ergástulas, la cancioncilla siguiente:

“Aquí tamo to’ lo morro
que venimo a rogá,
que no concedan permiso,
para cantá y bailá.

¡Ay mamá Iné!
¡Ay mamá Iné!
¡Todo lo morro
tomamo café!

El morrequero se va.

Ciudadita no te acuestes a dormí,
sin comerte un cucurucho
de maní.

Si te quieres por tus calles
divertí
cómprame un cucuruchito
de maní.

Mamiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii”

La Habana se berrea(9) con su esposo. Embembada(10), le dice:

- ¡Tienes un morro que te lo pisas! Así es como llaman en España a los descarados. A mí, que soy tu mujer oficial, hace más de cuatro décadas que no me rozas ni con las bolas de hierro de tus famosos cañones. Ahora le ofreces tu virilidad a mis amigas. ¡Eres un viejo verde, un falta de respeto! ¡Pretendes traicionarme con mis mejores amigas. ¡Cacatúo! ¡Ocambo! ¡Camaján! ¡Veterano del tiempo de los piratas! ¡Hedonista! ¡Enfermo mental!





El Morro no le hace caso. Sigue con su rumba. Ahora baila y canta:


Yo no quiero a la siudá,
que me quiera dominá.
Me voy pa’ la rumba.
¡Me voy a cumbanchá!

Te toco la maraca,
te toco el acordeón,
me pongo la chancleta,
me voy pa’l malecón
a cogé una juma(12),
¡A ligá un bombón!

El enojo de La Habana es de tal envergadura que, despechada, coge por las torretas al Castillo de la Real Fuerza, y le espanta un sonoro y profundo beso en la veleta indicadora de la dirección del viento de La Giraldilla. Acto seguido, en 23 y L en el Vedado, se sube La Rampa, como si fuese una minifalda, hasta el piso 25 del antiguo Habana Hilton. Le enseña a los varones invitados, sus más profundas intimidades, entre ellas, La Bodeguita del Medio, el Túnel de la Bahía y las Tetas de Managua(11). En un segundo de su encabronamiento, agarra al Hotel Nacional por la azotea. Amenaza con reventarlo contra las añejas mazmorras de su secular esposo. Por un momento parece que la reunión se va a pique, que va a acabar como la Fiesta del Guatao(13).

El aludido, que nunca había visto tan bestializada a su mujer, para apaciguarla, le interpreta un son, que baila sobre un ladrillo:

A ti te gusta mucho Carola,
el ron de altura,
con sabrosura,
jumarte a solas...

Suavecito,
suavecito.
Suavecito é
como te guta má...

Debajo de la cama etá el majá...
¡Cuidao qué te pica y qué se va!

Súbitamente deja de bailar y de cantar, asustado por la terrorífica mirada que, en sus murallas almenadas, ella le clava. Temblándole de miedo las bocas de cinco de los Doce Apóstoles y de ocho de los 14 de calibre 36 de La Divina Pastora, le dice en tono de chulo de barrio a la Vieja Habana:

- No te pongas así, mami. A ti Castro te ha puesto desguabinada, ocamba, desconchinflada, mal oliente, descuajeringada y destartalada, pero sigues teniendo mas salsa que un guiso de carne con papa. Te queda ese swing, ese glamour, ese chic, esa sexyciudad, ese toque de distinción, de ciudad de gran clase, y esa satería mulata tuya que no la tienen ni París ni Londres ni Madrid ni Nueva York ni Nueva Delhi ni Nueva Caledonia ni Nueva Jersey ni Nueva Paz(14) ni El Cairo ni Roma ni Quivicán(15) ni ninguna ulbe capitalina en el mundo, asere. Vaya, es más: ¡esta noche quiero hacerte el amor, mi jabá(16).

Las palabras del Morro, que sabe más por viejo que por diablo, apaciguan a la cosmopolita y flirteadora dama. Ella, con suma zalamería, moviendo provocativamente de un lado a otro la cúpula del Capitolio Nacional, el antiguo Palacio Presidencial, la escalinata de la Universidad de La Habana, el center field del estádium del Cerro, los pabellones del hospital Calixto García, el orificio de entrada al túnel de la bahía y el edificio de la Oficina de Intereses de los Estados Unidos de América, le dice a su vetusto cónyuge:

- ¡Qué romántico te veo, amor mío! ¡Será nuestra segunda luna de miel! – a continuación, con sumo interés, abriendo su boca desde Guanabacoa hasta La Lisa, Puentes Grandes como campanilla, como si le fuera a dar una mordida a su marido en uno de sus arcaicos voladizos, o en su larga atalaya, le pregunta:

-¿El amor me lo piensas hacer, como la primera vez, empleándote a fondo con Los Doce Apóstoles y La Divina Pastora?

-¡Qué va! ¡No! ¡Te lo haré con la torre del faro(17)! ¡Qué del faro al falo no hay más que una letra de diferencia, cariño! Pero te pongo una condición.

- ¿Cuál?

-¡Qué antes te bañes!- acto seguido, desenfunda sus cañones. A manera de piropo, parodia a El Cucalambé(18):

Con cocuyos en ventanas,
y un gran tabaco en la boca,
un morro sobre una roca,
las mira, bellas cubanas.

El resto de las ciudades, halagadas en sus femeninas vanidades, permanecen en silencio, a la expectativa, tal y como está, desde julio del actual año, el pueblo de Cuba, la disidencia interna y externa, y medio mundo, ante el Secreto de Estado en que se ha convertido la enfermedad de Castro. La Habana les dice:

- Amigas mías. Ustedes lo han oído. ¡Mi marido está dispuesto a hacerme el amor si me baño!

La capital cubana, experta en artes teatrales, con el fin de conmover a sus amigas, deja rodar una lágrima por el escenario del teatro García Lorca, y otra a lo largo de la pantalla del cine Payret. Una última le rueda desde el Cristo de Casablanca hasta el fondo de la bahía. Con voz suplicante y patética, dice a sus colegas congresistas:

-¿Cuál de ustedes puede prestarme unas quinientas pipas y doscientos cubos de agua para darme un buen baño en la Quinta Avenida, el Paseo del Prado, la Vía Blanca, la Virgen del Camino, la terminal de ómnibus y la de ferrocarriles, El Palmar, las calles Zanja, Carlos III, Neptuno y Belascoaín, La Víbora, San Miguel del Padrón, La Palma, Santos Suárez, la Avenida de Rancho Boyeros, la Tropical, Santiago de las Vegas, Rincón, la Ciudad Deportiva, el Bosque que lleva mi nombre, el río Almendares y el Quibú, las cincuenta posadas, el millón de viviendas y en mis dos millones de habitantes?

Sintomático silencio en la sala.

Según han informado numerosas agencias de noticias del periodismo independiente, el granuja Castillo de los Tres Santos Reyes Magos del Morro es ahora el gigoló de varias cretácicas capitales europeas. Hace pocos días, en una revista del corazón sueca, el show-morro expresó:

- ¡Las europeas son viejas, pero se bañan!

La Habana, no pudiéndose hospedar en el Palacio del Marqués de Aguas Claras, porque en tal edificio funciona el restaurante gubernamental ‘El Patio’, se ha visto obligada a escoger entre dos opciones: la jinetería(19) o el onanismo.

Finalmente, ha optado por el convento de Santa Clara(20). Ha dicho a la prensa:

- Aquí, al menos, tengo agua bendita.

1- Cortado, amoscado. Una persona se aguajira cuando se turba o desconcierta. Sinónimo; meterse en la piña.
2- Habitación que se construye en el interior de una casa o piso de puntal alto.
3- Camión cisterna que se utilizan para el transporte de agua.
4- También conocida como ‘fuente luminosa’. Está situada en la rotonda de la calle 26 y la Avenida de Rancho Boyeros. Los habaneros también llaman a la fuente ‘el bidel de Paulina’ (del francés bidet). Su construcción tuvo lugar durante la presidencia de Ramón Grau San Martín (1944-1948). Debe el pícaro sobrenombre a que la cuñada del presidente, que desempeñaba las funciones de Primera Dama, se llamaba Paulina.
5- Construido, sobre una gran roca a la entrada de la bahía de La Habana, a fines del siglo XVI. Obra de B. Antonelli. Sus cañones, entre otros, los doce de Los Doce Apóstoles y los 14 de la batería llamada La Divina Pastora, combatieron sin descanso durante la toma de la Habana por los ingleses en 1762. En el transcurso de los combates los ingleses dispararon 18.104 bombas contra el Morro.
6- Divinidad perteneciente a la religión sincrética afrocubana. Dicha deidad posee los atributos de un dios del olimpo yoruba y de un santo de la iglesia católica.
7- Mal olor que brota del cuerpo de los chivos.
8- Doce cañones de la época colonial ubicados en batería en el Castillo del Morro. Apuntan hacia la entrada de la bahía de La Habana. El valor actual de dichas piezas de artillería es simbólico, histórico y turístico.
9- Cuando una persona se emberrenchina, se enfada, se pone de mal humor.
10- Disgustada, enhocicada. Expresa una actitud poco comunicativa y retraída. Procede de ‘bemba’: labio grueso de la boca, por lo general el inferior. En plural: La boca o los dos labios de la boca de una persona.
11- Lomas mellizas a unos 20 kilómetros al sur de La Habana.
12- Coger una juma: coger una borrachera. Jumarse: emborracharse.
13- Cuando algo termina en una trifulca, riña o pelea se dice que terminó ‘como la fiesta del Guatao’. Alude a la forma en que acabó una fiesta en un lugar de las afueras de La Habana llamado El Guatao.
14- Pueblo situado al sur y extremo oriente de La Habana. 503 kilómetros cuadrados. Limita por el este con la provincia de Matanzas, al norte con el municipio de Madruga y al oeste con el de San Nicolás. Al sur su costa la baña el Golfo de Batabanó.
15- Pueblo a 40 kilómetros al sur de La Habana. De muy fértiles tierras. Economía principal: frutales, caña de azúcar y toneladas de buen humor criollo.
16- Mestizo-a resultado de la fusión de las razas blanca y negra. Son personas de piel y ojos claros, y depelo castaño claro o rubio. En Sudamérica lo llaman ‘ catire’.
17- En la actualidad es el faro, en activo, más antiguo de América Hispana. Emite dos destellos de luz blanca cada quince segundos. Situado a 48.83 metros sobre el nivel del mar. Desde su cúspide se puede alcanzar con la vista un radio de 18 millas. Cuba cuenta con 82 faros.
18- Poeta cubano más sobresaliente de la décima en el siglo XIX. Nace en 1929 en Victoria de las Tunas. Su verdadero nombre: Juan Cristóbal Nápoles Fajardo. Educado, entre otros, por su abuelo, José Rafael Fajardo García, hacendado, cura y conspirador contra el gobierno colonial de la isla. Se desempeñó también como labrador, periodista, editor y dramaturgo. También escribió sonetos, letrillas, epigramas y romances. Se dio a conocer como El Cucalambé, que, según el ensayista y poeta Carlos Tamayo Rodríguez, da nombre a cierto baile de los afrocubanos. Desapareció misteriosamente, en Santiago de Cuba, en 1861. La parodia la hace el autor de los versos de El Cucalambé, pertenecientes a “Hatuey y Guarina”, siguientes:
Con un cocuyo en la mano,
y un gran tabaco en la otra,
un indio sobre una roca,
miraba el cielo cubano.

19- Oficio de la jinetera-o. Jinetera-o: 1- Término surgido durante el régimen castrista. Define a una cubana o cubano que practica la prostitución con turistas que visitan la isla. 2- Persona que obtiene dólares, euros u otras divisas, haciendo negocios no autorizados por el gobierno con extranjeros. 3- Verbo: jinetear.
20- Su inauguración data de 1644 por un grupo de monjas Clarisas llegadas de Cartagena de Indias. Fue el primer convento de mujeres en La Habana. Monasterio de clausura. Abierto al público en 1922.




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